No es una constatación absoluta, pues quedan algo menos de dos meses para que termine el año, pero sí es oficial que vamos directos a ello, sin ápice de duda. Lo dice el Servicio de Cambio Climático Copernicus del Centro Europeo de Previsiones Meteorológicas, especializado en monitorear los cambios globales en las temperaturas del aire y del mar: “2024 será, con toda seguridad, el año más cálido y el primero por encima de 1,5°C”. Lo anuncia tras añadir a los datos anuales los registros del último mes, el segundo octubre más cálido de la historia a nivel global, con una temperatura 1,65°C por encima del nivel preindustrial, erigiéndose como el decimoquinto mes de un periodo de 16 en el que la temperatura media global del aire en superficie superó en 1,5°C.
La cifra es clave, pues 1,5ºC es el objetivo a no sobrepasar buscado en un Acuerdo de París, adoptado en la COP21 de 2015 por las 195 naciones que formaban —hoy son 197— la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), el instrumento del que la humanidad se dotó para hacer frente a la mayor amenaza para su existencia. Cuando está a punto de cumplirse una década de aquello, y tras siete Cumbres del Clima (COP), todavía quedan múltiples áreas del mismo por desarrollar. Es más, mientras la crisis climática se acelera, como muestran los acontecimientos, París ya está obsoleto, razón por la cual el foco se ha puesto en las últimas cumbres en incrementar la ambición climática.
Una cumbre financiera para un planeta que se quema
Aunque las palabras siempre son clave —recuérdese el agrio debate de la COP28 sobre si añadir o no el concepto “abandono de los combustibles fósiles” al texto final—, el dinero necesario para frenar la crisis climática siempre es uno de los temas clave. En la COP29, o Cumbre de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de Bakú, que se celebra entre el 11 y el 22 de noviembre, sin embargo, es el tema, lo que ya le ha valido el apelativo de “cumbre financiera”.
El Fondo Verde para el Clima es el gran instrumento acordado por las Partes de la CMNUCC para ayudar a los países en desarrollo en materia de adaptación y mitigación del cambio climático. El montante que debía recibir, principalmente de los países del norte global, se estipuló ya en 2010 en 100.000 millones de dólares anuales entre 2020 y 2025, aunque no se llegó a esa cifra hasta 2023, según datos preliminares aún por confirmar. Ahora, el debate está en cómo continúa la financiación a partir de 2026. Para ello se creó un nuevo instrumento, el New Collective Quantified Goal, o Nuevo Objetivo Colectivo Global Cuantificado (NCQG). Es en torno a este objetivo al que girarán muchas de las discusiones.
El pico de emisiones debería llegar antes del presente año y estas deberían recortarse un 43% para el 2030
“Una de las cosas donde sí parece que hay acuerdo es en que la financiación tiene que escalar en billones —en el sentido anglosajón de la palabra, donde un billón equivale a 1.000 millones— a trillones —billones—”, señala Javier Andaluz, responsable de Clima y Energía de Ecologistas en Acción, quien ya se encuentra en Bakú para estar presente en la COP. Si bien la secretaria del Tesoro de Estados Unidos, Janet Yellen, calculaba en tres billones de dólares —en su versión castellana del término, a partir de ahora— anuales los necesarios para el Fondo Verde, desde las organizaciones del movimiento por el clima hablan de una horquilla que va de esa cantidad hasta los 8 billones.
Además, en materia de financiación pública “debe haber un billón mínimo, con una cifra que, aspiracionalmente, debería llegar a entre tres y cinco billones”, añade Andaluz, que irá a Bakú además en representación de la Alianza por el Clima. Es un montante similar al que exigen otras organizaciones de la sociedad civil centradas en la lucha climática: desde 350.org, Pascale Hunt señala que esta COP debe fijar “un nuevo objetivo de financiación climática que debe ascender al menos a un billón de dólares en financiación pública, basado en subvenciones y en las necesidades financieras, climáticas y sociales de las naciones en desarrollo del Sur Global”.
El Norte global, su responsabilidad climática histórica y las consecuencias en el Sur
Por supuesto, quien pone el dinero es otro de los problemas clave. Es ya un clásico de las cumbres del clima que grandes potencias ricas del norte intenten desviar su responsabilidad monetaria intentando implicar financiación privada. Es el caso de EE UU, Japón o Australia. Y si el Norte global no pone lo que le toca, China, India y otras potencias emergentes se acogen a ese argumento para no añadir dinero extra a un Fondo que necesita recursos de todas partes.
En 2023 la humanidad batió un nuevo récord de emisiones, que fueron un 1,4% superiores a los niveles prepandemia
“Probablemente esta decisión del quantum [la cuantía final destinada del Fondo Verde] sea agónica y de última hora, como estamos tan acostumbrados en las COP”, apunta Andaluz. Este activista y experto en las negociaciones de las cumbres del clima añade que “esto va a generar una enorme desconfianza y se va a repetir la guerra de bloques entre el Norte y el Sur global, además ahora con la elección de Trump mucho peor, y la razón real de todo esto es que no existe un compromiso real para aportar esa financiación necesaria”. Y financiación necesaria en este caso significa multiplicar por diez las aportaciones, si se quiere aportar un billón de dólares, la cuantía mínima que señala el Grupo Independiente de Expertos de Alto Nivel sobre Financiación Climática para 2025 (para 2030 serían 2,4 billones, excluyendo gastos en China).
“A medida que aumentan los costes humanos de la inacción, los billones en subvenciones que recibe la industria de los combustibles fósiles y los beneficios que obtiene eclipsan la financiación climática para los países del Sur Global”, señala al respecto Tracy Carty, experta en política climática de Greenpeace Internacional. “El NCQG debe rectificar esta injusticia y hacer que los contaminadores paguen por los daños y perjuicios que han causado”.
Sven Harmeling, del CAN Europe: “La ausencia de Von der Leyen es notable, pero lo que importa ahora es que la delegación de la UE en Bakú asuma compromisos audaces, especialmente en materia de financiación”
En el caso español, la cantidad vigente anunciada por Pedro Sánchez en la COP26 de Glasgow es de 1.350 millones. Con los nuevos objetivos, el Estado español debería aportar 13.500 millones anuales, aunque las organizaciones ecologistas denuncian que, por el momento, “no hay ninguna señal ni ningún movimiento por parte del Gobierno español”, según indican desde Ecologistas en Acción, para ampliar la cifra.
En el plano europeo, no ayuda la anunciada ausencia de la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, quien en los últimos tiempos está haciendo concesiones a la derecha y ultraderecha en materia ecológica y climática. Para Sven Harmeling, responsable de Clima del Climate Action Netwotk Europe, “la ausencia de Von der Leyen es notable, pero lo que importa ahora es que la delegación de la UE en Bakú asuma compromisos audaces, especialmente en materia de financiación de la lucha contra el cambio climático y eliminación progresiva de los combustibles fósiles”. Tampoco asistirá otro peso pesado europeo, el canciller alemán Olaf Scholz, tras la crisis de Gobierno derivada de la ruptura este viernes de la coalición semáforo que mantenía el Ejecutivo germano.
Tiempos que se agotan y crisis que se aceleran
Ante la aceleración de la crisis climática, el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de las Naciones Unidas (IPCC), máximo organismo científico del planeta sobre la materia, actualizó los tiempos y niveles máximos de emisiones que la humanidad debía expulsar en 2022. El pico de emisiones debería llegar antes del presente año y estas deberían recortarse un 43% para el 2030, lo que supone rebajar el consumo de carbón para ese año un 95% respecto a 2019, un 60% el de petróleo, y un 45% el de gas.
Sin embargo, en 2023 la humanidad batió un nuevo récord de emisiones, que fueron un 1,4% superiores a los niveles prepandemia, lo que da una idea del inmenso camino por recorrer y de lo que está en juego en Bakú. En esa misma línea, el país que fue anfitrión de la pasada COP, Emiratos Árabes Unidos, otra nación petrolera al igual que Azerbaiyán, ha sido de los primeros en anunciar sus planes de reducción de emisiones actualizados señalando que reducirá sus emisiones un 47% para 2035, una cifra muy alejada de los objetivos necesarios para cumplir con París.
La COP29 tiene como objetivo cerrar un epígrafe que se lleva debatiendo varias cumbres pero en el que no hay acuerdo: la creación de un mecanismo para hacer frente a las pérdidas y daños causados ya por la crisis
El Balance Global, o Global Stocktake, es el instrumento del Acuerdo de París por el que el se monitorean los esfuerzos de cada país para rebajar sus emisiones, implementados en planes nacionales llamados Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional o Nationally Determined Contributions (NDC). En este proceso, la COP29 tiene como misión incorporar indicaciones claras para que los compromisos de los países que se deben presentar en la COP30 incluyan compromisos claros para hacer posible París.
“En esta COP29 se van a debatir algunas observaciones adicionales sobre los NDC, requisitos que pueden ser interesantes que tengan. Es fundamental presionar para que estos vayan en línea con la ciencia y con el objetivo de mantener un calentamiento por debajo de 1,5ºC de media”, señala Sofía Fernández, del Área de Clima y Energía de Ecologistas en Acción, quien también se ha trasladado a Bakú.
“Una de las cosas donde sí parece que hay acuerdo es en que la financiación tiene que escalar de billones a trillones”, señala Javier Andaluz
Asimismo, la COP29 tiene como objetivo cerrar un epígrafe que se lleva debatiendo varias cumbres pero en el que no hay acuerdo: la creación de un mecanismo para hacer frente a las pérdidas y daños causados ya por la crisis climática que se erigiese como el tercer pilar de las finanzas climáticas, tras los fondos existentes para mitigación y adaptación. Aprobada su creación en la COP27, la COP28 no consiguió un acuerdo completo para el desarrollo real de un Fondo de Pérdidas y Daños más allá de su creación formal.
Si bien el Norte global abogaba por dar su gestión al Banco Mundial (BM), el sur desconfiaba de esta institución, histórica financiadora de la industria fósil controlada por las grandes potencias y basada en un modelo de préstamos. Aun así, el BM fue elegido para gestionarlo temporalmente en un concesión del sur para que el Fondo continuase avanzando. Ahora, la COP29 debe ser un foro que amplíe la financiación de ese Fondo y consiga que las Pérdidas y Daños se mantengan como punto fuerte en la agenda frente a la inercia y los intereses de los países del Norte, que prefieren dejar este tema en barbecho.
Escrito por: Pablo Rivas| Coordinador de Clima y Medio Ambiente en El Salto. @PabloRCebo