En el corazón del ardiente occidente nicaragüense, la ciudad de Chinandega vibra con su característico bullicio. Pero entre el tráfico, el mercado central y los gritos de los vendedores ambulantes, se esconde una queja recurrente que atormenta a sus habitantes: el mal servicio de taxis.
Desde hace algún tiempo, tomar un taxi en Chinandega se ha convertido en una experiencia llena de incertidumbres y frustraciones. Lo que debería ser un simple viaje de un punto a otro, se transforma en una travesía donde la paciencia y la suerte juegan roles fundamentales.
La Espera Interminable
Todo comienza con la espera. Bajo el sol abrasador, un usuario puede quedarse parado en la calle por largos minutos sin avistar un taxi disponible. Y cuando finalmente uno se detiene, el drama recién empieza. “Vamos para el parque central”, dice doña Juana, con la esperanza de llegar rápido a su destino. El taxista la mira de reojo y responde, sin ningún atisbo de cortesía, “No voy para allá, voy para el otro lado”.
Esta escena se repite en cada esquina, en cada barrio. Los taxistas deciden arbitrariamente sus rutas, sin considerar las necesidades de los pasajeros. Muchas veces, si el destino no les conviene, simplemente aceleran dejando al usuario con la mano levantada y la frustración en el rostro.
Vehículos en Mal Estado
Para aquellos afortunados que logran subir a un taxi, la aventura no mejora demasiado. La flota de taxis en Chinandega está compuesta, en su mayoría, por vehículos antiguos y mal mantenidos. Asientos rotos, ventanas que no bajan, y una suspensión que hace sentir cada bache en la calle son parte del paquete. En días de lluvia, algunos taxis se convierten en verdaderas trampas de agua, con filtraciones que empapan a los pasajeros.
“La última vez que tomé un taxi, terminé más mojada adentro que afuera”, comenta entre risas amargas la joven María, recordando una tormentosa tarde en la que el techo del vehículo goteaba sin cesar.
Tarifa Variable
Y luego está el tema del cobro. Las tarifas parecen fluctuar con el humor del conductor. A pesar de la existencia de una tarifa oficial, es común que los taxistas cobren de más, especialmente a quienes no son locales. “A los turistas les cobran casi el doble”, denuncia José, un residente que ha presenciado innumerables abusos. Negociar el precio se ha convertido en una necesidad, pero también en una molestia constante.
Falta de Seguridad
La seguridad también es una preocupación latente. Historias de robos y agresiones a pasajeros no son raras. Los taxistas, en su mayoría, trabajan sin ningún tipo de regulación o control, lo que deja a los usuarios expuestos a todo tipo de riesgos. En más de una ocasión, los pasajeros han sido abandonados en zonas peligrosas por negarse a pagar tarifas exageradas.
La Respuesta de las Autoridades
Las autoridades municipales han prometido una y otra vez intervenir y regular el servicio de taxis, pero hasta ahora, las medidas han sido insuficientes. Los operativos de control son esporádicos y, muchas veces, los mismos taxistas encuentran la manera de evadir las sanciones.
Mientras tanto, la ciudadanía sigue sufriendo. Chinandega, con su vibrante vida y su gente trabajadora, merece un mejor servicio de transporte. Los taxis deberían ser una solución, no otro problema. La esperanza reside en que, algún día, las promesas de mejoría se materialicen y los viajes en taxi dejen de ser una lotería de malas experiencias.
Hasta entonces, los chinandeganos seguirán armándose de paciencia y resignación, esperando que el próximo taxi que aborden sea, por fin, una excepción a la regla.