Los mares del planeta llevan un año batiendo récords de temperatura en un fenómeno sin precedentes que se agudiza mes a mes. Las consecuencias de ello pueden suponer desde un incremento de los fenómenos extremos a una desestabilización de las corrientes marinas y los patrones climáticos globales
Medio grado por encima de las cifras del año pasado, y uno más que la media de los años 1982-2011. Con registros desde hace más de cuatro décadas, las gráficas de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA, por su siglas en inglés), no dan lugar a la más mínima duda: los océanos se están calentando. Y la tendencia se acentúa.
Desde que comenzó el año —con la única excepción del 1 de enero, que registró 20,9ºC— la temperatura media diaria de la superficie de los océanos (SST, por sus siglas en inglés) que recoge la NOAA a partir de datos incorporados por satélites, estaciones medidoras, barcos y otro tipo de plataformas a lo largo de todo el planeta no ha bajado de los 21ºC entre los 60° sur y los 60° norte. Lejos de ser valores solo obtenidos por la NOAA, el servicio climático Copernicus de la Unión Europea (C3S) advertía a principios de marzo que la temperatura media global de la superficie del mar para febrero de 2024 entre las citadas latitudes fue, según sus mediciones, de 21,06°C, “la más alta para cualquier mes del conjunto de datos, por encima del récord anterior de agosto de 2023 (20,98°C)”.
Francesca Guglielmo, científica del C3S: “Es importante anotar que los océanos han absorbido alrededor del 90% del exceso de calor producido por actividades humanas”
No es un fenómeno que esté ocupando espacio en los medios de comunicación, y para los no versados en la materia este incremento de la temperatura oceánica puede no parecer gran cosa, pero jamás había ocurrido en esta época del año desde que el ser humano registra ese valor. Los 21,1ºC sí se dieron una vez en el conjunto de datos de la NOAA. Fue el pasado verano del hemisferio norte, pero no se trató de la normalidad, pues los anómalos valores climáticos de 2023, el año más cálido jamás registrado, pusieron en alerta a la comunidad científica. Como advertía en las redes sociales el periodista Juan Bordera, especializado en crisis climática, “estamos en terreno desconocido”. Mientras, los récords se van batiendo día a día desde finales de enero. El último, este 11 de marzo: 21,22ºC.
Aunque el fenómeno se está acentuando, las anomalías en la SST no son cosa de 2024. Un simple vistazo a la gráfica de la temperatura oceánica diaria en la superficie vale para ver cómo la tendencia es creciente desde comienzos del siglo XXI, aunque el descuelgue es superior el pasado año, con una línea que se aleja más rápido y más acusadamente de los valores habituales. Como apunta Manuel Vargas, físico marino del Instituto Español de Oceanografía (IEO): “llevamos desde 2023, en todo el Atlántico Norte y en el Mediterráneo, muy por encima de lo que tocaría en cada época del año”.
Carga de energía
El océano es, además de un gran sumidero de carbono que capta en torno a un tercio de las emisiones antropogénicas, el gran equilibrador del clima global. Pero la carga energética y de radiación que puede absorber es, sin embargo, limitada. “Existe un desequilibrio energético global en el sistema terrestre, vinculado por el Panel Internacional de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) a las emisiones antropogénicas, siendo los océanos en su conjunto los que han acumulado la mayor fracción de calor”, señala Francesca Guglielmo, científica del C3S especializada en ciencias atmosféricas, oceánicas y climáticas. Esta especialista incide en que “es importante anotar que los océanos han absorbido alrededor del 90% del exceso de calor producido por actividades humanas”.
“Paradójicamente, podría ocurrir una especie de pequeña glaciación sobre todo en Europa del norte”, advierte Manuel Vargas, del IEO
Si bien las oscilaciones en los ciclos atmosféricos y oceánicos se producen de forma natural desde hace milenios, “esas fluctuaciones se producen en un escenario de fondo cada vez más cálido, y eso, sin duda alguna, es por la crisis climática y las emisiones de gases de efecto invernadero”, indica Vargas. La aparición de un episodio de El Niño bastante fuerte el año pasado —aún presente aunque en decadencia— parece ser una de las causas detrás de esta última oscilación. El Niño es un fenómeno meteorológico cíclico que se repite cada ciertos años en el Pacífico ecuatorial por el que esta zona del planeta sufre una fase cálida y sus aguas se calientan, afectando a los patrones climáticos globales. Este fenómeno —y su antagónico, La Niña— podría estar intensificándose y haciéndose más frecuentes debido a la crisis climática, según señalan varios estudios, aunque la cuestión, lejos de ser un axioma plenamente compartido, aún está en estudio.
Lo que sí está claro es que la situación actual es excepcional y calificada de ola de calor marina, un tipo de episodios que, como explica el oceanógrafo del IEO, “cada vez ocurren más y son más cálidos que las anteriores”. Si las SST del pasado verano fueron las más calurosas jamás registradas para sus respectivos meses entre abril y agosto de 2023, los valores actuales vuelven a pulverizar récords.
En el Mediterráneo, además, la cosa está que arde. Como una de las zonas que más sufre (y sufrirá) la crisis climática, el Mare Nostrum encadena ya tres meses de ola de calor marina con niveles inusualmente altos de la temperatura del agua en superficie. Con datos del 14 de marzo, el Sistema de Observación Costero de las Illes Balears (Socib) reflejaba una temperatura media en el Mediterráneo de 16,28ºC, lo que supone 1,41ºC por encima de la media entre 1982 y 2015. De hecho, desde mediados de diciembre encadena valores que superan en un grado, cuando no en más de un grado y medio, a la media habitual.
El Niño —y el calentamiento de las aguas en el Pacífico que produce—, junto a lo que Guglielmo llama “persistentes temperaturas muy por encima de la media en el Atlántico y otras cuencas oceánicas”, son los principales factores que están haciendo que la media global de la SST esté por las nubes. Pero desde Copernicus señalaban recientemente en un comunicado que, a pesar de que El Niño se está debilitando, “las temperaturas del aire marino, en general, se mantuvieron en un nivel inusualmente alto”, haciendo la situación actual aún más anómala.
Para la especialista del observatorio de la UE, entre las causas de esta situación se encuentran “los cambios a más largo plazo en el océano (por ejemplo, la influencia del calentamiento climático debido al aumento de las concentraciones de gases de efecto invernadero)”, así como la llamada oscilación multidecadal o AMO, un ciclo de cambios de larga duración en el Océano Atlántico Norte con fases frías y cálidas, a menudo de varias décadas de duración. Su fase actual estaría, según Guglielmo, “probablemente impulsada en parte por el calentamiento climático y en parte por la variabilidad intrínseca”.
Corrientes y patrones
Tal como explican desde Copernicus, los patrones de la temperatura de la superficie oceánica influyen en elementos clave del sistema climático, como la circulación atmosférica, los patrones de precipitaciones y los ciclones tropicales. De hecho, “los pocos metros superiores del océano pueden contener tanta energía como toda la atmósfera”, apuntan desde el organismo. Pero las consecuencias de un calentamiento de las aguas como el que estamos viviendo pueden ser potencialmente fatales.
En lo referente al clima del planeta, “todo está conectado”, puntualiza Vargas, y eso incluye las corrientes marinas y atmosféricas. Por lo tanto, un océano inusualmente caliente traerá consecuencias, lo que no está claro es el grado con el que se darán. Nadie duda de que unas aguas con temperaturas más altas suponen más y mayores fenómenos tormentosos, pues la energía que el océano absorbe la devuelve a la atmósfera formando tormentas o, en su caso, huracanes.
Más catastrófico sería una modificación, o incluso colapso, de la AMOC, la conocida como Circulación de vuelco meridional del Atlántico
“Un océano más cálido hace que esos huracanes cada vez sean más intensos e incluso empiecen a ser más frecuentes en zonas donde no lo eran”, señala además el oceanógrafo del IEO. Con esto último Vargas recuerda el Medicán —denominación que surge de la unión de las palabras Mediterráneo y huracán— del pasado septiembre en Libia, un ciclón nada habitual y que ya es calificado como el más mortífero jamás registrado en el mar que baña las costas orientales de la península Ibérica.
Más catastrófica sería una modificación, o incluso colapso, de la AMOC, la conocida como Circulación de vuelco meridional del Atlántico. Se trata de un sistema de corrientes que transporta aguas cálidas desde los trópicos hacia los mares del norte de Europa, aguas que se enfrían allí y se hacen más densas para volver, a mayor profundidad, hacia el sur.
“Las aguas que están en la superficie podíamos decir que se hunden al enfriarse por contacto con la atmósfera”, explica el oceanógrafo. Sin embargo, las altas temperaturas atmosféricas fruto de la crisis climática no solo están alterando este flujo que lleva las aguas más frías a las profundidades y hacia el sur, también lo hace el deshielo provocado, a su vez, por el cambio climático. “Quizá lo más importante es que el agua se está haciendo cada vez más dulce, principalmente por el deshielo de Groenlandia, de los glaciares continentales y del casquete polar”, relata Vargas. Un agua más dulce pesa menos, con lo que esas aguas profundas dejan de serlo, alterando el ciclo de la AMOC, y esa situación supone, según las proyecciones científicas actuales, cambios climáticos más severos.
El pasado mes fue el febrero más cálido jamás registrado a nivel mundial, con una temperatura global 0,81°C por encima del promedio de febrero de 1991-2020
“Las proyecciones son que, poco a poco, ese hundimiento de esas aguas en invierno se irá haciendo cada vez más débil, pues la cantidad de agua que fluirá desde el sur hacia el norte para reemplazarla será también menor”, señala el especialista del IEO. El problema es que el calor que liberan esas aguas llegadas del sur, y que provocan que el clima en el norte de Europa sea mucho más benigno que en latitudes similares de, por ejemplo, América, también se reducirá. “Paradójicamente, podría ocurrir una especie de pequeña glaciación sobre todo en Europa del Norte, aunque también en América del Norte. Es algo que está en estudio, pero ya hay trabajos que apuntan a que esto ya ha comenzado”, advierte el especialista del IEO.
Se cumpla o no esa apocalíptica predicción, de lo que no hay duda es que las proyecciones climáticas actuales apuntan a que, si no colapsa, al menos esa corriente marina que mantiene el clima del norte de Europa relativamente estable “se va a debilitar mucho”, sostiene el científico.
El febrero más cálido, y van nueve meses
Como suele ocurrir en todo lo referente al planeta, los fenómenos no son aislados. Los récords de temperatura en la superficie del océano se están dando a la vez que en la biosfera. El pasado mes fue el febrero más cálido jamás registrado a nivel mundial, con una temperatura global media del aire en superficie 13,54°C. Son 0,81°C por encima del promedio de febrero de 1991-2020 y 0,12°C por encima de la temperatura del febrero más cálido anterior, en 2016. También 1,77°C más cálido que una estimación del promedio de febrero para 1850-1900, según señalaba el Observatorio Copernicus, pues no hay que olvidar que la mayoría de los periodos de referencia actuales recogen variables que ya habían sido alteradas por la crisis climática.
De nuevo, lejos de ser un mes aislado, se trata del noveno mes consecutivo que es el más cálido registrado para el respectivo mes del año. Es más, la temperatura promedio mundial de los últimos doce meses —de marzo de 2023 a febrero de 2024— es la más alta registrada, con 0,68°C por encima del promedio de 1991-2020 y 1,56°C por encima del promedio preindustrial 1850-1900, apuntan los datos del observatorio europeo. Datos más que claros sobre la agudización de la crisis climática, para quien quiera verlos.
Con información de https://www.elsaltodiario.com/