La Navidad es una época que, para muchos, representa un momento de unión, paz y esperanza. Las familias tradicionalmente en Nicaragua se reúnen en torno al compartir, comparten nacatamales, comida típica, bebidas y ven la temporada como un momento para reunirse y afianzar la compañía y el sostenerse en medio de tantos retos, pero ademas en la navidad, brindan o comparten con alegría por un año que termina y otro que comienza.
Sin embargo, en Nicaragua, el espíritu navideño no puede escapar de la oscura sombra que se cierne sobre un país dividido por la represión política. Para cientos de familias, la mesa estará incompleta, las sillas vacías recordarán a quienes hoy están privados de libertad por pensar diferente o exigir justicia.
Las personas presas políticas en Nicaragua son un símbolo de la crisis que enfrenta el país desde 2018, cuando la respuesta violenta del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo a las protestas ciudadanas dio paso a una ola de detenciones arbitrarias, torturas y exilios. Este diciembre, mientras algunas familias decoran sus hogares, otras encenderán velas en solitario, pidiendo la libertad de sus seres queridos.
La Navidad desde una celda
Para quienes están encarcelados, las festividades no traen consuelo, sino un recordatorio doloroso de su situación. Las celdas heladas de “El Chipote”, la 300 en la modelo y otras cárceles nicaragüenses contrastan con las luces cálidas de la temporada. Muchas de estas personas no tienen acceso a visitas regulares, y los familiares que logran llevarles comida o ropa reciben apenas una fracción de lo que llevan.
Los testimonios de excarcelados describen cómo la Navidad en prisión es otro día de abuso y privación, marcado por la incertidumbre de cuándo terminará su sufrimiento. En un país donde la justicia ha sido manipulada hasta convertirse en una herramienta de opresión, la esperanza de una liberación parece lejana, pero nunca desaparece.
El silencio que ahoga la solidaridad
Lo más doloroso para muchas familias es la aparente indiferencia que, en ocasiones, rodea esta tragedia. Mientras algunas personas intentan mantener las tradiciones navideñas con un sentido de normalidad, el silencio de quienes prefieren no hablar de la crisis refuerza el aislamiento que sienten los familiares de las personas presas políticas. Las autoridades, por su parte, han hecho un esfuerzo consciente por invisibilizar la situación, utilizando campañas propagandísticas para promover una imagen de paz y estabilidad que no corresponde con la realidad.
Un llamado a la esperanza y la acción
La Navidad debería ser un tiempo para reflexionar sobre la justicia, la reconciliación y la humanidad. Para Nicaragua, este año, el espíritu navideño debería convertirse en un llamado urgente a la solidaridad y la acción. No podemos ignorar el sufrimiento de quienes están presos por alzar la voz, ni de las familias que enfrentan las fiestas con un dolor indescriptible.
Organizaciones de derechos humanos y movimientos sociales han insistido en la importancia de mantener viva la memoria de estas personas. A través de actividades como misas, cartas solidarias y campañas en redes sociales, se busca recordarles que no están solos y que su lucha por la libertad sigue siendo el corazón de un movimiento que resiste a pesar de la adversidad.
Un mensaje de esperanza
Aunque esta Navidad sea agridulce para muchas familias nicaragüenses, la esperanza persiste. Así como el nacimiento de Jesús simboliza la posibilidad de un mundo nuevo, la lucha por la libertad de las personas presas políticas es una semilla de cambio que algún día dará frutos.
Este diciembre, que las luces navideñas sean también un faro de esperanza y resistencia. Que el espíritu de unidad inspire a los nicaragüenses dentro y fuera del país a no olvidar y a seguir luchando por una Nicaragua libre y justa, donde todas las familias puedan volver a reunirse en paz.
Porque la verdadera paz no es un eslogan ni una fachada, sino la justicia hecha realidad.