Los análisis sobre la crisis climática dejan poco lugar para la duda. La subida de las temperaturas a nivel global tienen impacto social inmediato. En este caso, es la Organización Meteorológica Mundial (OMM) la que vincula los efectos del clima y los fenómenos meteorológicos extremos con la multiplicación de la inseguridad alimentaria aguda en el mundo en lo que va de década. Si en 2019 eran 149 millones las personas que estaban en esta situación, en 2023 —último año de análisis de la OMM— la cifra había ascendido hasta 333 millones.
El informe de la Organización Meteorológica Mundial sobre los efectos de la crisis climática publicado ayer, 19 de marzo, indica que en 2022 el 9,2% de la población mundial se encontraba en situación de desnutrición mientras que, antes de la pandemia, el porcentaje era del 7,9%.
Este incremento se debe a múltiples factores pero, como indica la OMM, varios de ellos están relacionados con los cambios en el clima. En países de África del Sur como Madagascar, Mozambique, el sur de Malawi y Zimbabwe, el hambre está relacionado con el paso del ciclón Freddy. El agua arrastrada por Freddy sumergió zonas dedicadas a la agricultura y arruinó cosechas. También a comienzos de 2023, Sudán del Sur se vio afectada por las inundaciones, que dificultaron el acceso de las personas necesidades básicas como alimentos, agua potable y atención médica “y contribuyeron al casi colapso de los medios de vida locales”. En Indonesia, la sequía arruinó 7.000 hectáreas de cosechas, según el mismo informe.
Unido al encarecimiento de los insumos, las subidas del petróleo y las consecuencias de los conflictos bélicos, el cambio climático ha afectado a otro ramillete de países. Afganistán, Yemen, los países de Centroamérica, Haití y el norte de Sudamérica, han sufrido en uno u otro grado el impacto de fenómenos adversos como El Niño, que afectan también a la siembra que se ha llevado a cabo en 2023. “La crisis climática es el desafío esencial al que se enfrenta la humanidad y está estrechamente interrelacionada con la crisis de desigualdad, como atestiguan el aumento de la inseguridad alimentaria y los desplazamientos de población, y la pérdida de biodiversidad”, ha afirmado Celeste Saulo, secretaria general de la OMM.
El informe presentado ayer señala que el pasado año fue un año de récords respecto a los niveles de gases de efecto invernadero, las temperaturas en superficie, el calor y la acidificación de los océanos, el aumento de nivel del mar, la capa de hielo marino de la Antártida y el retroceso de los glaciares. Como ya había adelantado el servicio climático Copernicus de la Unión Europea, 2023 fue el año más cálido desde que hay registros y la temperatura media mundial cerca de la superficie subió a 1,45 °C, apenas unas centésimas menos del límite de 1,5º marcado como referencia por los países participantes de la COP21 de París en 2015.
El efecto más visible de la crisis climática acontece en forma de olas de calor, crecidas, sequías, incendios forestales y la rápida intensificación de los ciclones tropicales, desastres naturales que provocaron “desdicha y caos, trastornando la vida cotidiana de millones de personas y ocasionando pérdidas económicas valoradas en miles de millones de dólares”, apunta la agencia mundial.