Heriberta Estrada tiene 78 años y tener agua potable en su pequeña casa de Chinandega, es una lucha de toda su vida. Desde que recuerda, hasta hace apenas unos meses, ha cargado un bidón sobre su cabeza para transportarla desde el río hasta su hogar, lo mismo que siguen haciendo, cada día, sus vecinas de comunidades cercanas.
Heriberta y su hija Benemérita gastan así sus fuerzas, “Nunca nos han tomado en cuenta, para los políticos solo somos votos y ahora ni eso» reconoce agitando los brazos, mientras una sonrisa ilumina sus ojos.
No tener agua en su casa ha supuesto una dura y triste pérdida de tiempo en su vida. Caminatas de kilómetros que le hicieron perder la oportunidad de aprovechar la escuela, dedicarse a su familia o recuperar fuerzas. Son días, meses y años que ha pasado midiendo lo que podía beber para saciar la sed. Siempre escatimando para asearse y no sentirse sucia. Días, meses y años viendo a sus seres queridos enfermar por beber agua contaminada.
La propaganda oficial de la municipalidad chinandegana, con el fin de posicionar el mensaje de Rosario Murillo y su política de comunicación implantada en todo el país trata de «visibilizar» el logro del derecho al agua potable de las comunidades, pero la realidad se aleja de esa «victoria victoriosa» dice un ex concejal de Chinandega que habló con Radio Veritas bajo condición de anonimato.
La problemática del agua potable no solo es en la cabecera departamental, el garantizar el acceso al vital liquido se convierte a diario en una carga familiar que recae en las mujeres.
En el municipio de Cinco Pinos, en un municipio donde, sin ser desértico, el 40% de la población no dispone del ‘vital líquido’ dice una ambientalista que trabajó en el extinto Centro Humboldt y que desarrolló proyectos con los Comités de Agua y Saneamiento de este municipio.
«Recordemos que esta es una zona de malas carreteras y con las comunidades aisladas unas de otras. El lugar donde nos encontramos tiene clima tropical seco, con escasas lluvias y un verano muy caluroso. No hay muchos recursos hídricos y estos (ríos, cascadas, quebradas) se secan con facilidad. Además, hay problemas de deforestación porque la gente necesita cortar leña para el consumo y para la ganadería» manifestó la ambientalista durante una visita que desarrolló al municipio de Cinco Pinos.
Las niñas asumen una carga importante para garantizar las tareas del hogar mientras los hombres salen cada mañana a trabajar el campo. De estas violencias el régimen de Daniel Ortega no se preocupa.
En la comunidad de El Naranjo en el municipio de Villanueva, Yariksa, de 12 años, se levanta todos los días a las cuatro de la mañana para ir a recoger agua a un pozo y poder estar de vuelta a las siete para entrar a clase. Su madre explica que toda la familia tiene que turnarse para acarrear bidones.
“El rendimiento de un niño que bebe poco agua o de mala calidad es bajo; si además tiene que acarrearla, se nota en su concentración en clase”, advierte una profesora de esta comunidad que con mucho temor accedió a brindar una escueta declaración.
También el pequeño Osmar Aguilera tiene que levantarse bien temprano para ir a lavarse al pozo antes de ir a la escuela. Como él, los vecinos de El Naranjo aún tienen que poner el agua a calentar al sol para tratar de eliminar las bacterias; aún tienen que recoger la que les llega en forma de lluvia y almacenarla para los meses más secos. Por eso esperan con ilusión el día en que por fin puedan tener un grifo en casa y vivir la misma felicidad de las comunidades que si tienen acceso al agua.
*Este reportaje ha sido elaborado por un equipo de periodistas que omiten su autoría por seguridad. Radio Veritas desarrolla en Chinandega un trabajo que acompaña a las comunidades y contó con la colaboración financiera de Proyecto Rubare de Burgos España.