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Seis lecciones del sindicalismo feminista

Reproducimos a continuación el capítulo 3 del libro “Del campo a los cuidados. El Sindicalismo feminista y antirracista que viene” de libre descarga aquí. Desde Cuadernos de Trabajo agradecemos enormemente a la Laboratoria y a Pastora las facilidades que han puesto para publicar este capítulo así como los aprendizajes para construir un nuevo sindicalismo de base capaz de transformarlo todo.

Las personas que trabajan en estos sectores precarizados están encontrando formas para superar las dificultades de organización. Y más allá del loable aplauso por conseguir autorganizarse desde estas posiciones de vulnerabilidad social, los logros de las organizaciones de mujeres mayoritariamente migrantes merecen nuestra atención porque son un ejemplo inspirador para armar la resistencia que está siendo necesaria.

La Asociación de Trabajadoras del Hogar ha venido manteniendo una reunión semanal desde su constitución. En ella participan las trabajadoras más activas y las que tienen responsabilidades directivas en la organización, pero siempre ha estado abierta a las socias que quieran acercarse, por lo que la composición es cambiante cada semana. Suele ser un día festivo, sábado por la tarde o domingo, coincidiendo con los días de descanso, y suelen llamarlas «encuentros» o «meriendas». Esta forma de encuentro mixto entre el ocio, lo político y lo afectivo es sin duda una de las aportaciones clave que estas maneras de autorganización aportan a los nuevos modelos sindicales que están por construir.

Cuando alguien tiene que organizarse políticamente en los márgenes tan estrechos de vida que deja, por ejemplo, un empleo como trabajadora doméstica interna, esa forma de organización tiene que parecerse a tu ocio, porque coincide en el mismo estrecho lapso de tiempo. Si en la tarde de un domingo tengo que organizar una marcha y a la vez quiero estar con mis amigas y echar unas risas, lo más sensato es que la marcha se organice entre risas y cafés para hacerla posible.

Esos espacios mixtos entre lo político, el ocio y lo afectivo funcionan a su vez como un modelo de mutualismo de base capaz de sostener cuestiones materiales y emocionales más allá de la situación laboral. En estos espacios no solo se organizan marchas o se imparten talleres sobre derechos, sino que también se comparte información para sostener las vidas. Si alguien necesita una nueva habitación para alquilar, si una empleadora busca una nueva trabajadora, si a otra persona le han denegado una prestación, le ha llegado una carta de extranjería que no comprende o sabe de un nuevo recurso de asistencia social, se socializa la información. Los problemas individuales toman una dimensión colectiva en estos espacios de sostenimiento mutuo. Sucede el biosindicalismo.

En la actualidad, el sindicalismo tradicional está en gran parte subsumido por la gestión burocrática de los problemas meramente laborales de la afiliación. Así, disecciona el sufrimiento de las personas trabajadoras según sus causas y se centra en sanar solo lo que viene de manera directa de la relación laboral o del chantaje renta-trabajo. Si alguien es despedido, no le abonan las horas extra o sufre discriminación en el puesto de trabajo, puede acudir a un sindicato de clase y encontrará apoyo para poner una demanda u organizar una protesta. Pero si alguien carece de rentas para pagar el suministro de luz, el casero le amenaza con un desahucio o sufre violencia machista, es muy posible que acuda a otros servicios o recursos sociales antes que al sindicato.

Quizá el sindicalismo decimonónico se parecía más al que hacen hoy espacios como el de la Asociación de Trabajadoras del Hogar, y la cooperativa de viviendas o el economato formaban parte de ese sostenimiento común de todas las parcelas de la vida que venía con la pertenencia a un sindicato. Una de las derrotas del movimiento obrero hoy es que la mayoría de las organizaciones han perdido este carácter mutualista y sus capacidades solo alcanzan a lo sumo para afrontar la gestión del conflicto laboral.

La Asociación de Trabajadoras del Hogar viene reuniéndose desde su constitución en el Centro Vecinal del Pumarejo, en Sevilla. Una casa palacio sevillana rescatada por la lucha vecinal en el corazón de la ciudad que tiene la doble función de casa de vecinas y centro vecinal donde se reúnen colectivos de muy diversos tipos, desde la Plataforma de Afectadas por la Hipoteca a la Oficina de Derechos Sociales. Este espacio compartido aumenta las redes de apoyo y solidaridad de la Asociación de Trabajadoras del Hogar y las diferentes fórmulas de apoyo mutuo se extienden en un magnífico experimento biosindical.

En la actualidad, el Centro Vecinal alberga un comedor popular un día a la semana y algunas mujeres de las que participan en la Asociación de Trabajadoras del Hogar confluyen en la gestión del proyecto del comedor social; una olla popular autogestionada que puso en pie la Asociación de Mujeres Supervivientes, formada por mujeres en situación de violencia machista, en su mayoría migrantes. El proyecto nació para sostener algo tan necesario para armar la lucha y la protesta como es comer; hoy en día, el proyecto se ha desbordado y da de comer un día a la semana a todo aquel que lo necesite.

Este espacio merecería una investigación propia sobre sindicalismo feminista y antirracista que indagase cómo mujeres que se organizan para denunciar agresiones y acompañarse a los juzgados terminan haciendo una olla popular para sostenerse y sostener a otras. Me conformo aquí con recalcar las sinergias que se crean no solo dentro de los espacios de autorganización de las trabajadoras del hogar, sino también en los aledaños de este tipo de organizaciones, allí donde estas se cruzan con otros espacios organizados ante las mismas adversidades.

Las jornaleras de Huelva afrontan retos diferentes a la hora de poder articular su lucha. La principal adversidad es la inmensidad del territorio y su falta de vertebración. Hablamos de que la comarca fresera alberga más de una docena de municipios. ¿Cómo encontrarse con las otras a través de tantos kilómetros y con tanto aislamiento en las fincas? ¿Cómo hacerlo cuando no existe una ciudad compartida, un barrio o un centro vecinal que te acoja como organización? Hay que reinventarse.

En el año y medio de andadura de la asociación Jornaleras de Huelva en Lucha, ha habido una pandemia mundial. Durante muchos meses, a todas nos ha obligado a organizarnos políticamente como si fuéramos jornaleras desperdigadas en fincas a decenas de kilómetros unas de otras. Lo telemático se ha impuesto para todas y cada una. Como tantas de nosotras, las Jornaleras de Huelva en Lucha se han valido de grupos de Whatsapp, perfiles en redes sociales y mucha gente moviendo información en todas las direcciones posibles: de trabajadoras a traductoras, de abogadas a trabajadoras, de portavoces a los medios de comunicación, de periodistas aliadas a políticos, de abogadas a inspectores y mucho más. Una red amplia tejida en la escasez del cuerpo a cuerpo y en la confianza mutua ha sido hasta ahora la base de la organización.

Los encuentros físicos que se dan no tienen una periodicidad establecida, aunque han ido aumentando con el tiempo en número y también en volumen de participantes. En la campaña de 2020, el centro neurálgico fue una chabola de uno de los asentamientos de un pueblo fresero. La chabola donde habita una de las jornaleras marroquíes más activas de la organización, Fatiha. También hemos aprendido a usar las acciones públicas como espacios de encuentro, porque, ya que se hace el esfuerzo de poner en pie la logística de los traslados, tiene que tener un doble uso. En los repartos de alimentos o en las protestas por una #RegularizacionYa se improvisan reuniones y asambleas para seguir organizando. Para la campaña de 2021, soñamos con un espacio estable de encuentro que posibilite más cercanía física en mitad de la inmensidad de los campos freseros. La primera batalla es acortar distancias en todos los sentidos —en kilómetros, en idiomas y culturas— para seguir construyendo el frente común que necesitamos.

Pistas de futuro

Hacer una guía de cómo impulsar autorganización en los sectores más precarizados sería una osadía. Sin embargo, pretendo concluir este escrito dejando unas pistas de los mecanismos que he visto funcionar para sumar malestares y organizar respuestas colectivas. Lo he visto en la Asociación de Trabajadoras del Hogar y en las Jornaleras de Huelva en Lucha, pero también en la Plataforma de Afectadas por la Hipoteca, en la asociación de migrantes sin papeles, en la Asociación de Mujeres Supervivientes y en el sindicalismo de clase.

  1. La arenga a la autorganización apelando a las convicciones ideológicas no suele funcionar para sumar malestares. El primer acercamiento de una persona en una situación vulnerable a un espacio de organización política suele ser por un problema individual. Las asesorías jurídicas en las que he participado sobre derechos laborales, desahucios o trámites de extranjería ayudan y acompañan en una situación de angustia vital y muchas veces se convierten en la puerta de entrada a la autorganización.
  2. A medida que se encuentra una utilidad práctica en la organización y se percibe una mejora de las condiciones vitales, materiales o emocionales, se afianza la permanencia. Vuelves a la asesoría y alguna vez te quedas por primera vez a la asamblea semanal.
  3. Los espacios de encuentro comunes funcionan para dar el fundamental salto del problema individual al colectivo. Muchas personas afrontan su situación como un problema propio originado por una incapacidad o un no saber hacer. Si se va a perder la vivienda o no se ha conseguido un contrato para poder renovar el permiso de trabajo, se interpreta como un error personal y a veces con vergüenza y culpa. Los espacios colectivos, como un taller para conocer derechos, han servido para que mucha gente vea su mismo problema en otras personas y descubra la dimensión colectiva de las problemáticas, visualizando el contexto que las provoca. Quizás el mejor ejemplo de estos espacios colectivos han sido las Plataformas de Afectadas por la Hipoteca. El salto a lo colectivo es un momento de sanación y un paso básico para la autorganización. Las asambleas y las reuniones sirven para este salto.
  4. Las personas que han tenido la valentía de impulsar o sumarse a estas organizaciones relatan cómo la participación social las ha ayudado a aumentar sus redes de afinidad y a tener un mayor sentimiento de seguridad vital. El orden económico y social nos quiere solas y desinformadas, pero cuando las personas comienzan a sentirse acompañadas e informadas la vulnerabilidad social se aminora. Si tuviera que rotular estos relatos, los llamaría «No estoy sola en esto».
  5. Cuando alguien encuentra una utilidad vital a estar organizada e identifica las causas que han originado su problema, quiere contarlo: «Vengan a ver a la abogada». Se extiende la información y se suma a otras compañeras. Normalmente es más fácil convencer a alguien de que vaya a alguna asesoría o recurso donde va a encontrar utilidad inmediata que a una protesta en la calle y es posible que haya que pasar por una asamblea, encuentro o merienda para dar el paso de la asesoría a la protesta.
  6. Lo difícil es sostener estos espacios de autorganización en el tiempo. La vida precaria es inestable y exige cambios de hogar, de trabajo, de barrio, de país y a veces hasta de familias. Seguir juntas y organizadas afrontando los vaivenes vitales y políticos, los desencuentros y los fracasos es todo un reto. En mi experiencia, la gente se queda más tiempo organizada cuando es útil, pero sobre todo cuando está a gusto. Las redes afectivas y sociales que se tejen en torno a los espacios de autorganización funcionan como un estabilizador de las luchas políticas. Las cervezas después de las reuniones en el sindicato, las meriendas de los domingos de las trabajadoras domésticas y los tés morunos en las chabolas son esos espacios donde se crean las alianzas afectivas que sostienen el engranaje político. Celebrar cumpleaños, acompañar en la enfermedad y hacer un bote para cuando a alguien le hace falta dinero urgentemente crea autorganización política duradera.


Cuadernos de Trabajo somos un grupo formado por sindicalistas de diferentes organizaciones que pretende difundir, discutir y profundizar sobre un nuevo (o muy viejo, según se mire) sindicalismo de base. Si quieres unirte escríbenos a cuadernosdetrabajo@outlook.com 

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