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¿Fe como creencia o fe como encuentro?

La fe como creencia no comporta la fe como encuentro personal con un Dios que nos ama; sí, la fe como encuentro comporta la fe como creencia. No son dos concepciones opuestas, pero es necesario distinguirlas, mis hermanos y hermanas.

Muchas palabras importantes tienen distintos sentidos según cuál sea el contexto en el que se las utiliza. Hoy, por ejemplo, muchos llaman al sexo amor. Hacer el amor es tener relaciones sexuales. Sin necesidad de llegar a este ejemplo extremo, el término amor tiene un sentido distinto, si estoy pensando en el amor que le tengo a un recuerdo familiar,  a mi hijo pequeño, el amor al hijo, es el amor mayor de entrega de una madre que crea en el hijo una respuesta amorosa también. Eso es el amor.

Muchos entienden la fe como un conocimiento de verdades, aceptación de dogmas impuestos por la autoridad religiosa o prácticas religiosas tradicionales. Tener fe, entonces, es tener por verdadera una doctrina, la de que Dios existe por ejemplo. Y pongo este ejemplo, porque si nos quedamos con este concepto de fe, los demonios también tienen fe, pero tiemblan. Lo dice la carta del apóstol Santiago. Desgraciadamente este concebir la fe como una adhesión a una serie de verdades es el más difundido en el mundo católico. Para muchos de nosotros confundimos la fe con la aceptación de tradiciones impuestas por la costumbre de un pueblo, más que por las enseñanzas de la Iglesia. Por ejemplo la tradición de Santo Domingo de las Sierritas.

 Pero hay otro concepto de fe más bíblico y más profundo: fe es un encuentro, una adhesión incondicional al misterio del Dios de Jesucristo, que compromete y cambia la vida entera. Este es el concepto de fe que permite a San Pablo decir que la fe sola nos salva.

 Evidentemente, con solo tener por verdadera una doctrina, uno puede “creer” en esa doctrina y estar alejado del seguimiento del Evangelio predicado por Jesús. Para que se entienda este planteamiento de la fe, uno puede estar de acuerdo con las ideas que proclama el principio de la  fe, y a la vez vivir en la práctica total mente alejado de lo que implica  esa confesión formal de la fe.  Pero si la fe es una entrega incondicional, un encuentro personal con Dios, entonces el que vive en la práctica diaria alejado de Dios no pueda afirmar que tiene fe.

Si alguien, entendiendo por fe un tener por verdadera una doctrina, una tradición heredada de familia, pera en la vida práctica estar alejado de Dios, es porque tienen un concepto de fe raquítica e insuficiente.  En el terreno religioso, como en todos los asuntos serios, la formación es necesaria para dialogar y para valorar adecuadamente lo que se predica o se enseñar sobre la fe verdadera y una práctica coherente con esa profesión de fe.

Y para terminar quiero referirme al título de la reflexión de hoy: la fe como creencia no comporta la fe como un encuentro con el DIOS de la vida que determina nuestro actuar; la fe como encuentro con ese Dios padre bondadoso nos lleva acoger la fe como creencia, heredera de enseñanzas y tradiciones culturales. No son dos concepciones opuestas, pero es necesario distinguirlas y dar el valor importante que debe tener para nuestra vida cristiana la fe como un encuentro personal con el Dios de la vida que determina nuestro actuar.

Rafael Aragón

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