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LA BONDAD DE DIOS PADRE TRASPASA LA BARRERA DE LA JUSTICIA

 Los grandes conocedores de la Biblia, consideran la parábola de «los trabajadores de la viña» como una de las más revolucionarias de Jesús. El relato es muy  conocido. El dueño de una viña va contratando obreros para que trabajen en su propiedad. Al primer grupo los contrata muy de mañana por un denario que era la cantidad que se consideraba necesaria para alimentar la familia. A lo largo del día, va contratando a otros obreros que también van a la viña, pero trabajan mucho menos y sin soportar el peso del día y del calor. Al terminar la jornada y, aunque el trabajo ha sido desigual, sorprendentemente el dueño paga a todos un denario. Y cuando los primeros se quejan, responde así: «¿No puedo hacer lo que quiero con lo mío? ¿o es que vos vas a tener envidia porque yo soy bueno?»

 El mensaje de Jesús rompe todos nuestros esquemas. El dueño de la viña no se fija en el esfuerzo y trabajo que han realizado los diversos grupos de obreros sino en lo que necesitan para vivir con dignidad.  Así es Dios,  nos dice Jesús. Aunque a nosotros nos sorprenda, Dios no está mirando nuestros méritos sino nuestras necesidades, esto es importante. Por eso, Dios increíblemente bueno, nos regala incluso lo que no nos merecemos. Si nos tratara según nuestros méritos, no tendríamos salida alguna.

 Alguno podemos pensar que esta manera de entender la bondad de Dios nos puede llevar a una vida irresponsable y arbitraria. Nada más contrario a la realidad pues, según Jesús, esta bondad de Dios es la que ha de inspirar nuestras relaciones y nuestra convivencia con la gente. Dicho de manera clara y sencilla: Cuando nos encontramos con alguien, no hemos de preguntamos qué se merece de nosotros sino que necesita para vivir con dignidad. Si actuáramos así, cambiaría mucho nuestra convivencia con la gente, sobre todo en las relaciones sociales.

 Sólo señalaré un ejemplo sangrante de nuestros pueblos. Ante los inmigrantes que luchan por entrar en los EE.UU o en EU, los gobiernos y los ciudadanos de esos países, no deben de preguntarse qué derechos tienen esta gente que llega a nuestro país, sino qué necesitan estas personas para vivir dignamente y a sí ser acogidos con generosidad.

 Cada vez estoy más convencido de que muchos de los que se dicen ser creyentes, y usan constantemente el mensaje religioso, son personas sin sentimientos humanos, cínicos, sin corazón, pues cuando usan a Dios están convirtiendo a ese Dios en un «ídolo mental» que se fabrican para legitimar sus maldades frente al pueblo. La pequeñez de su corazón no les permite abrirse a la grandeza de un Dios amor, sus actitudes de odio y de venganza les impide abrirse al mensaje que Jesús nos ofrece en el evangelio; están ciegos para ver al otro con respeto humano y con capacidad cristiana de perdón.  Les resulta ese Dios del perdón y la misericordia, el Dios verdadero, del que nos habla Jesús, un ser extraño, incómodo y molesto y, naturalmente, se han desprendido de él, creando su propio Dios, porque el Dios del amor verdadero, no les sirve para legitimar sus conducta cínica, malvada, y legitimar así sus  intereses políticos.

 No me cuesta nada comprender a estas personas. En realidad, el dios que se han creado es una caricatura que se han formado falsamente. Han vaciado su alma del Dios verdadero, para dejar sitio a un dios creado a su imagen y semejanza. 

Pero, ¿cómo puede hoy una persona honesta y honrada, que busca la verdad, encontrarse con Dios? ¿Escuchando las peroratas de los que nos gobiernan, que hablan de amor y actúan promoviendo el odio y la venganza? Por su puesto que no, ese dios que se han creado, es un ídolo sobre el que proyectan sus intereses, miedos y obsesiones. Un Dios del que pretenden apropiarse y al que intentan utilizar para su provecho, olvidando que Dios es padre bueno, bondadoso, lleno de misericordia y compasión con todos nosotros. Y así debemos actuar los que creemos en él.

Jesús rompe todos nuestros esquemas cuando nos presenta en la parábola del «señor de la viña» a ese Dios que «da a todos su denario», lo merezcan o no, y dice así a los que protestan: « Vas a tener vos envidia porque yo soy bueno?»

 Dios es bueno con todos nosotros, lo merezcamos o no, seamos creyentes o no. Su bondad misteriosa está más allá de la fe de los creyentes, pero ese Dios bueno, lo que no soporta es la manipulación de su mensaje: como predicar la paz y el amor, y promover con las obras el mal, la venganza  y el odio. Dios ante todo es un Dios de la verdad hecha servicio en el amor incondicional del próximo. La mejor manera de encontrarnos con él no es discutir entre nosotros, ni escuchar mensajes cargados de palabras y argumentos que quedan infinitamente lejos de lo que Él es en realidad para nosotros: Verdad, amor, justicia, paz…

 Lo primero que tenemos que hacer es dejar a un lado nuestras ideas, olvidamos de nuestros esquemas, hacer silencio en nuestro interior, escuchar hasta el fondo la vida que palpita entre nosotros… y esperar, confiar, dejar abierto nuestro ser. Dios no se oculta indefinidamente a quien lo busca con sincero corazón

 A lo largo de su vida, Jesús insistió una y otra vez en comunicar su experiencia de Dios como “un misterio de bondad insospechada” que rompe todos nuestros cálculos. Su mensaje es tan revolucionario que, después de veinte siglos, hay todavía cristianos que no se atreven a tomarlo en serio.

 Para contagiar a todos su experiencia de ese Dios Bueno, Jesús compara su actuación a la conducta sorprendente del señor de una viña. Hasta cinco veces sale él mismo en persona a contratar jornaleros para su viña. No parece preocuparle mucho su rendimiento en el trabajo. Lo que quiere es que ningún jornalero se quede un día más sin trabajo para ganar su sustento diario.

 Por eso mismo, al final de la jornada, no les paga ajustándose al trabajo realizado por cada grupo. Aunque su trabajo ha sido muy desigual, a todos les da “un denario”: sencillamente, lo que necesitaba cada día una familia campesina de Galilea para poder vivir.

 Cuando el portavoz del primer grupo protesta porque ha tratado a los últimos igual que a ellos, que han trabajado más que nadie, el señor de la viña le responde con estas palabras admirables: “¿Vas a tener envidia porque yo soy bueno?”. ¿Me vas a impedir con tus cálculos mezquinos ser bueno con quienes necesitan su pan para comer?

 ¿Qué está sugiriendo Jesús? ¿Es que Dios no actúa con los criterios de justicia e igualdad que nosotros manejamos? ¿Será verdad que Dios, más que estar midiendo los méritos de las personas como lo haríamos nosotros, busca siempre responder desde su Bondad insondable a nuestra necesidad radical de salvación? Lo mismo actúa con el amor y el perdón. No exige que pidamos perdón primero nosotros, él se adelanta y nos perdona y reconcilia primero. Este modo de actuar de Dios, es el ejemplo a seguir a los que dicen haber puesto la fe en Él.

Un Dios que es Amor no puede ser descubierto por la mirada interesada de unas personas  que sólo piensan en su propio provecho, utilidad o disfrute egoísta. Un Dios que es acogida y ternura gratuita para todos no puede ser captado por gente de alma calculadora que viven manipulándolo todo, atentos únicamente a lo que puede acrecentar su riqueza y su poder.

¿Qué eco puede tener hoy, en nuestra sociedad, hablar de un Dios que es Amor gratuito, perdón, y misericordia? Quizá hablar de amor es, para algunos de nosotros, hablar de algo hipócrita, algo perfectamente inútil en nuestra la sociedad.

 Para muchos hombres y mujeres de hoy el camino para encontrarse de nuevo con Dios es volver a reconstruir pacientemente su vida, superando la soberbia y el cinismo, poniendo en todo un poco más de generosidad, ternura y perdón. Lo más profundo de la existencia sólo se descubre desde la experiencia del amor.

 Creer en un Dios, Amigo incondicional, puede ser la experiencia más liberadora que nos podemos imaginar, la fuerza más vigorosa para vivir y para morir. Por el contrario, proclamar un Dios legitimador de odio y la injusticia, puede convertirse en la neurosis más peligrosa y destructora de la persona y de la sociedad.

 Hemos de aprender a no confundir a Dios con nuestros esquemas estrechos y mezquinos. No hemos de desvirtuar su Bondad insondable mezclando los rasgos auténticos que provienen de Jesús, con trazos de un Dios hecho a nuestra imagen y semejanza. Ante el Dios Bueno revelado en Jesús, lo único que cabe es un corazón compasivo y misericordioso,  una mente abierta a la verdad, y una actitud dispuesta a la confianza.

 Jesús había hablado a sus discípulos con claridad: «Busquen el reino de Dios y su justicia». Para él esto es lo esencial. Sin embargo, no le vieron sus discípulos buscando esa justicia de Dios cumpliendo las leyes y tradiciones al estilo de los líderes de su pueblo, como los fariseos. Incluso en cierta ocasión les hizo una grave advertencia: «Si su justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos,  no entrarán en el reino de Dios».

Rafael Aragón Marina OP

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